Uno de
los grandes objetivos de los genetistas es poder ‘arreglar’ la parte del ADN
que esté defectuoso en una enfermedad genética. Y, para hacerlo más difícil, el
gran reto hasta ahora era que fuera viable 'in vivo' con total seguridad en
humanos, ya que no queremos tocar el ADN donde no debemos y producir males
mayores.
Pues
bien, lo que parecía imposible está cada vez más cerca, y todo gracias a
CRISPR, nacido del trabajo de investigadores como el del español Francis
Mojica. Se trata de una herramienta para hacer una especie de ‘corta y pega’
genético que ha supuesto una revolución. El motivo: actúa en el sitio exacto, y
lo hace de manera sencilla y eficiente.
Sin
embargo, no es algo que haya sido diseñado por investigadores: el mecanismo
utilizado en realidad ya existía en la naturaleza. La maquinaria utilizada la
encontramos en bacterias y arqueas que, como seres unicelulares que son, no
tienen la suerte de contar con un ejército amplio y variado de células
defensivas como nosotros. Alternativamente, cuentan con otros mecanismos para
protegerse de los virus -sí, ellas también los sufren, aunque son virus
diferentes a los nuestros-, y uno de los métodos es precisamente la base de
CRISPR.
El
proceso es el siguiente: el virus introduce en la bacteria su ADN,
infectándola. La bacteria detecta el ADN como extraño y utiliza unas ‘tijeras’
que lo cortan por una zona pequeña y extrae un fragmento. Este fragmento,
característico del virus (como si fuera un código de barras), es almacenado por
la bacteria dentro de la región de su genoma que se llama CRISPR.
El
nombre es un acrónimo que viene del inglés (‘Clustered Regularly Interspaced
Short Palindromic Repeats’) y hace referencia a que contiene pequeñas
repeticiones muy particulares que separan cada trocito de código almacenado. Es
decir, CRISPR tiene una estructura formada por: repetición + código del virus 1
+ repetición + código virus 2 + repetición + … Y así sucesivamente. Un
archivador en toda regla.
¿Para
qué hace esta recopilación de códigos? Porque tiene una maquinaria alucinante
-lo que nos interesa a nosotros para aplicación médica- que coge la copia de
uno de los códigos en otro formato, el ARN, y lo utiliza para rastrear el
posible ADN invasor ‘escaneándolo’. Así, si encuentra el código en la secuencia
quiere decir que proviene de un enemigo y la máquina realiza cortes que
inactivan ese ADN. De esta manera, se acaba con la infección, ya que el virus
-u otro tipo de material extraño- queda inútil.
Primer tratamiento en humanos
Probablemente
ahora pensarás ‘¿y esto para qué nos sirve?’. Si recapitulamos, tenemos un
sistema con el que cortar el ADN en un sitio muy concreto en función de un
código previo que se le da a esta maquinaria. Por tanto, si tenemos una
enfermedad cuyo responsable es un gen y sabemos que modificándolo o incluso bloqueándolo
podemos revertir o mejorar el grado de la enfermedad, podríamos darle las
instrucciones precisas a esta maquinaria para mandarla directamente a dicho
gen.
Un
ejemplo claro es el primer ensayo clínico en humanos que se está realizando en
China para el tratamiento del cáncer. En él se cogen células del sistema
inmunitario del paciente, linfocitos T, y se modifican con CRISPR 'in vitro'
para que como resultado ataquen a las células cancerosas una vez reintroducidos
en el paciente. En este caso, la maquinaria de CRISPR se dirige a la
inactivación de un gen del que se obtiene la proteína PD-1.
¿Por
qué es bueno en este caso que un gen deje de funcionar? Resulta que PD-1 está
en la superficie del linfocito y se activa con las células amigas (las nuestras)
para frenar el ataque, un poco como izar la bandera blanca. El problema en el
cáncer es que, como se trata de células de nuestro organismo que de repente no
funcionan bien, tienen el mecanismo para activar a PD-1. Es decir, que cuando
la célula tumoral se acerca al linfocito, éste se queda parado ante ella porque
no es capaz de detectar peligro -en otras palabras, la banderita está ahí-.
Al
paciente en cuestión, que tiene cáncer de pulmón metastásico, se le han
inyectado linfocitos con PD-1 bloqueado, de manera que cabe esperar un ataque
indiscriminado contra las células tumorales. De momento, sólo hay un paciente,
pero se plantea llegar a un total de diez para este primer ensayo. Ojalá tengamos buenas noticias al
respecto en los próximos meses...
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