Lo más llamativo es
que, si continúa adelante el ritmo de crecimiento, en el año 2053 ya seríamos
más de 10.000 millones de personas, a pesar de la disminución de las tasas de
fertilidad que ya se experimenta en muchos países. Básicamente, la
responsable de este crecimiento será África, cuya población se espera que se
duplique.
Somos más pero sobra espacio
La población en 29
países crecerá a más del doble. Casi todos estos países se encuentran en
África. En Níger, el país con la mayor tasa de natalidad, la población será más
del triple que la actual. En países del África subsahariana, con casi promedios
de seis hijos por mujer.
La población en China
caerá en 34 millones, 9,6 millones en Alemania, 7,9 millones en Rusia y 3,5 en
España. La población de los Estados Unidos será de 398 millones, un 23 por
ciento más de los 324 millones de actualmente.
Sin embargo, si somos
muchos o pocos, si hay superpoblación o no, es algo que se ha discutido a lo
largo del último siglo, siempre advirtiendo de que estábamos justo al límite.
Hace dos siglos, el economista Thomas Malthus ya lanzó las campanas al
vuelo sobre los problemas de la superpoblación.
¿Superpoblación?
Ese límite, sin
embargo, siempre se ha desplazado más lejos. En conscuencia, el problema de la
superpoblación no es un problema de espacio (toda la humanidad cabría en una
zona del tamaño aproximado de la Península Ibérica con una densidad demográfica
similar a la de Nueva York), sino de recursos disponibles. Pero el cálculo
de los recursos disponibles a menudo subestima el progreso de la tecnología.
Como señala el economista Paul Romer en el libro de Steven Pinker
La tabla rasa:
Todas las generaciones
han percibido los límites al crecimiento que resultarían de unos recursos
finitos y unos efectos secundarios no deseables si no descubrían nuevas
fórmulas o ideas. Y todas las generaciones han subestimado el potencial para
encontrar nuevas fórmulas e ideas. Ha sido constante la incapacidad de
comprender cuántas ideas quedan por descubrir.
Por ejemplo, hace
apenas unas décadas parecía que habíamos logrado obtener el máximo de comida de
la agricultura mundial. Parecía que muchas bocas se quedarían sustento. Pero Fritz
Haber y Carl Bosch idearon un sistema para fabricar grandes cantidades de
fertilizante de nitrógeno inorgánico, multiplicando por diez la eficiencia de
la agricultura. Y la tecnología también funciona como un poderoso regulador de
la natalidad, también en países como África, donde cada vez está más cerca, por
ejemplo, el acceso a agua salubre: el agua es el mejor profiláctico: a más agua, menos hijos.
En otras palabras, tal
vez el poder de nuevas ideas debido a la presión demográfica mezclado con la
autorregulación de la natalidad reconfiguren el mundo de formas que aún no
podemos prever. O quizás las ideas de que somos demasiados son producto de nuestro
cerebro forjado en la Edad de Piedra, donde no era suficiente asumir la existencia de más de 150 individuos de promedio.
Tal vez, quién sabe, la única manera de conquistar otros mundos es que la
presión de la superpoblación exija la creación de soluciones tecnológicas cada
vez más eficientes, así como planes para explorar otros mundos en busca de más
recursos... algo que incluso será más asequible si en vez de ser 7.000
millones de mentes pensando somos más de 10.000.
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