miércoles, 18 de enero de 2017

Los cinco niveles del coche autónomo: en 2017 llegaremos al tercero

En unos años tendremos en las carreteras coches sin conductor, pero hasta que esto pase aún queda tiempo. De momento la evolución de esta tecnología va a pasitos: en concreto se han establecido cinco niveles crecientes de autonomía, y vamos a llegar al tercero.
 
 
 
Cuando en 2010 aparecieron las primeras informaciones detalladas sobre el coche sin conductor de Google, la tecnología parecía cosa de ciencia ficción. Hoy los principales fabricantes de coches han revelado planes para lanzar coches autónomos. Pero esto no quiere decir que la tecnología vaya a llegar de golpe y sustituya de un plumazo a los vehículos tradicionales.
 
De hecho, sobre la autonomía de los coches se han establecido cinco niveles. La clasificación proviene de la SAE, una asociación estadounidense pero de vocación internacional que agrupa a profesionales de la automoción.
 
Los coches autónomos empiezan a partir del nivel 1, de forma que por debajo, en el nivel 0, quedan todos los vehículos tradicionales, donde el conductor está a cargo de todas las tareas. El primer nivel tampoco es nada del otro mundo: solo algunas funciones, como la aceleración, están automatizadas, pero nunca dos funciones a la vez. Es decir, a esta categoría pertenecen los automóviles con control de velocidad de crucero.
 
El nivel 2 ya es más sofisticado. Tanto el volante como el pedal del acelerador están automatizados. El coche mantiene su carril haciendo los giros correspondientes cuando llega una curva. El conductor podría permanecer sin sujetar el volante ni pisar el pedal, pero debe supervisar en todo momento la conducción. Incluso la frenada también se controla si es necesario. Por el momento Tesla es la única marca que ofrece este software en sus coches comerciales con su piloto.
 
Lo siguiente es el nivel 3, en el que el coche puede decidir hacer un adelantamiento. Todas las funciones están automatizadas, pero el conductor tiene que estar pendiente por si se produce una situación que requiera de su intervención. Este año Intel y BMW han anunciado que crearán vehículos con esta categoría, y teniendo en cuenta la tecnología que se está probando parece un objetivo bastante viable.
 
Algo más lejos queda el nivel 4, en el que el coche podría resolver cualquier situación en la carretera siempre que se encuentre en un entorno controlado, como un campus o una ciudad, es decir, algo plenamente mapeado.
 
Aquí todas sus funciones críticas están automatizadas: estaríamos ante un coche que se puede conducir solo, pero aun así necesitaría que fuera un conductor a bordo, aunque pueda estar consultando su teléfono. Algunos fabricantes, como Volvo o Ford, han optado por pasar del nivel 2 directamente al 4, pero esta tecnología requiere una complejidad mucho mayor.
 
El nivel 5 es el último y ya lo hemos visto en algunas películas de ciencia ficción, o en algunas series, como el coche fantástico. En este caso el vehículo puede conducirse él solito en cualquier situación y en cualquier lugar: sería un automóvil que viajaría sin conductor hasta que recogiera a una persona, ya fuera su dueño o un pasajero.

miércoles, 11 de enero de 2017

Este material impreso en 3D es 10 veces más duro que el acero

 
10 veces más dura que el acero y 20 veces más ligera que el mismo, así es como se puede describir esta nueva estructura de grafeno impresa en 3D que ha sido concebida por el ingeniero Zhao Qin y su equipo del MIT.
 

 
En su estrucura, como de colmena, reside el secreto de su poder, más que en el propio material, que tiene una molécula de grosor. A continuación podéis ver un vídeo en el que se prueba sus capacidades:
 
 
El material es una de las pocas aplicaciones reales que se ha logrado hacer del grafeno: las aplicaciones del grafeno todavía son tan novedosas que aún no podemos comprar ningún objeto que lo use.
 
El grafeno es una sustancia formada por carbono puro, con átomos dispuestos en un patrón regular hexagonal similar al grafito, pero en una hoja de un átomo de espesor, lo que permite que sea extremadamente ligero: una lámina de 1 metro cuadrado pesa tan sólo 0,77 miligramos.

Estas bolsas de “plástico vegetal” se disuelven en agua caliente

 
Las contaminantes bolsas de plástico podrían llegar a su fin grancias a las Avani Eco Bags, unas bolsas que parecen de plástico pero que en realidad están fabricadas con fibras vegetales de yuca y resina natural.
 
Son biodegradables, no son tóxicas y sirven como abono. Todo este proceso ocurre en pocos meses: sin dejar residuos. Sin embargo, si se ponen en agua caliente a unos 80 ºC de temperatura, nos podemos deshacer de ellas rápidamente.


Pudiéramos pensar que estas bolsas no son tan resistentes como las convencionales, pero según su fabricante nos equivocamos, lo que sin duda es otro claro aliciente para dejar atrás las bolsas fabricadas de plástico basado en petróleo.
 
Avani es una empresa social basada en Bali, Indonesia, el epicentro de la batalla contra los residuos de plástico.

Descubren que un medicamento para el Alzheimer regenera los dientes

Un equipo científico de King College de Londres descubre que el Tideglusib, un fármaco para el Alzheimer, regenera los dientes, con lo cual no sería necesario el uso de empastes.
 
Los investigadores identificaron que el fármaco puede regenerar los dientes desde adentro hacia afuera, posiblemente reduciendo la necesidad de aplicar empastes en caso de caries, por ejemplo.
 
El Tideglusib fue utilizado previamente en ensayos clínicos de Alzheimer, y ahora parece mejorar la capacidad natural del diente para curarse a sí mismo.
 
 
 
El medicamento en cuestión activa las células madre del centro de la pulpa del diente, lo que hace que la zona dañada regenere la dentina, material que recubre la pieza.
 
Precisamente el hecho de que el fármaco haya pasado varias fases de ensayos clínicos para su validación por parte de las agencias sanitarias haría posible su pronta comercialización y uso en las clínicas dentales.

Cuatro trucos para aumentar tu productividad de forma inmediata

Puedes hacer pequeños –y baratos– cambios en tu entorno laboral para dejar de ser una lacra en la cadena de producción y aumentar de una vez por todas tu capacidad de concentración.
 
Si sigues estos consejos evitarás esas comunes y numerosas distracciones responsables de que parezca que tu segundero tarda horas en marcar el paso de un nuevo minuto.
 
 
 
1. Enciende una lamparita
Seguramente si te pedimos que visualices un entorno de trabajo organizado, productivo y eficaz, te venga a la cabeza una empresa japonesa. En tal caso, qué menos que hacer caso de un estudio realizado en el el país nipón según el cual incluir una iluminación ambiental directa en nuestra área de trabajo incrementa nuestro nivel de concentración en un 5%, muy por encima del uso compartido de halógenos o luces fluorescentes.
Cuando te hagas con un buen flexo y empieces a notar los efectos positivos de ese foco de ideas, podrás decir aquello de ‘se hizo la luz’.
 
2. Ponte música (pero no cualquiera)
Si normalmente hay discusiones por la temperatura del aire acondicionado, peores son las que se lían cuando la cosa va de poner música para que la escuche toda la oficina a la vez. Buenas noticias: por fin se acabó la eterna bronca de la que siempre suelen salir escaldados los seguidores de Camela y demás magos de la tecno-rumba, porque la ciencia ha encontrado el género ideal para que todos permanezcáis concentrados en vuestras tareas.
 
Un grupo de investigadores de la Universidad de Cornell realizó el pasado año un experimento para averiguar cuál es la influencia de la música en el ambiente laboral, llegando a la conclusión de que las personas que trabajaban con música alegre y rítmica –en particular, lo notaron con canciones como 'Walking on sunshine' de Katrina and The Waves, 'Brown eyed girl' de Van Morrison o el 'Yellow submarine', de Los Beatles– eran más propensas a cooperar con los compañeros y a tener un mejor estado de ánimo durante la jornada laboral.
 
3. Abrígate
¿Te pone nerviosa la gente que siempre tiene una chaquetilla o ropa de abrigo extra y que mantiene perennemente apoyada sobre el respaldo de su asiento? Pues resulta que es una medida de lo más inteligente.
 
Resulta que las sensaciones térmicas desagradables pueden afectar a la calidad de nuestro trabajo, empeorándolo a pasos agigantados. Para dar veracidad a lo que parece una excusa generalizada que surge contra el frío o el calor de forma indistinta, otro grupo de investigadores japoneses se puso manos a la obra hasta que encontraron que las personas que no están a gusto con la temperatura ambiente tienen bastantes menos probabilidades de finiquitar sus tareas durante la jornada que quienes se sentían cómodos.
Así, tanto estar helados como achicharrarnos puede distraernos y hacernos sentir incómodos, provocándonos esos dolores de cabeza y malestar muscular que siempre se traducen en el clásico pensamiento de ‘me quiero ir a casa’ derivado de las quejas constantes ‘buf, qué frío hace con el aire acondicionado’ o ‘santo Dios, qué calor con el sol dando toda la tarde en la ventana’. Basta de drama y hazte con un arsenal de prendas y accesorios que te ayuden a adaptarte a las condiciones climatológicas.
 
4. Pon una planta en tu mesa
Espera, que puede que te estés equivocando con esto: cuando decimos 'pon una planta en tu mesa' no hablamos de la clásica recomendación de ‘coloca un cactus junto a la pantalla para que se coma la radiación que emite el ordenador y no te llegue a ti’. Aquello era un mito como la copa de un pino, valga la comparativa vegetal. Sin embargo, algo positivo tenía aquel consejo en términos de productividad.
 
Al parecer, añadir algo de vegetación a nuestra mesa de trabajo puede ayudarnos a aumentar nuestra capacidad de concentración. Y ojo, que ni siquiera tiene por qué estar viva: según un estudio elaborado por investigadores de Michigan, observar naturaleza –ya sea una bonita planta de interior o una ristra de imágenes 'random' de Google– evita las distracciones durante la jornada laboral y fomenta la productividad. De ahora en adelante, menos gifs de gatitos y más bosques frondosos.

martes, 3 de enero de 2017

Lo próximo: sensores para tragar

Sensores y cámaras en lugar de vitaminas. Varias propuestas llevan a tu interior pequeños 'médicos' informáticos para chequearte sin que lo notes.

Vista desde fuera parece a todas luces una sencilla píldora multivitamínica. Pero en su interior no transporta ni hierro, ni calcio, ni ácido ascórbico, ni magnesio, ni tampoco ácido fólico.

En lugar de eso, esta cápsula de silicona contiene un minúsculo micrófono, una maraña de circuitos electrónicos y varios emisores de señales inalámbricas. Juntos configuran un diminuto pero preciso sensor tragable capaz de medir el pulso cardíaco, la frecuencia respiratoria y la temperatura... y todo desde la panza.

Todas estas mediciones podrán hacerse mientras la píldora da vueltas en el interior del estómago o a su paso por el largo intestino, tal y como explicaban en 'PLOS One' los ingenieros del Instituto tecnológico de Massachusetts que lo han diseñado. Para evitar errores, el sensor es capaz de discernir e ignorar ruidos corporales -como el sonido de las propias tripas al digerir la comida-.

Gregory Ciccarelli, responsable del ingenio, cree que podría ser muy útil en la evaluación a largo plazo de pacientes con enfermedades crónicas, para mejorar el entrenamiento de atletas profesionales o para monitorizar las constantes vitales de personas en situaciones de peligro, como soldados y astronautas.

Aplicaciones para control de medicación y el sistema digestivo

En el efervescente Silicon Valley, la empresa Proteus Biomedical ha dado un paso más allá en medicina digital. Sus comprimidos tragables pretenden solucionar uno de los principales quebraderos de cabeza provoca a los epidemiólogos la Organización Mundial de la Salud: que el 50% de los enfermos crónicos, sobre todo con cardiopatías, diabetes e hipertensión, no toman adecuadamente su medicación. Y eso suele conducir a problemas de salud e ingresos hospitalarios que se podrían controlar siguiendo las prescripciones médicas a rajatabla.

Para ello han diseñado unos sensores ingeribles que mandan información a un parche colocado sobre la piel. Los datos recabados son reenviados al móvil del paciente y a un portal online al que accede su médico. De este modo, el enfermo sabe en todo momento qué pastillas ha tomado, y si ha cometido algún descuido. A la vez que sus doctores pueden detectar si hay errores en la toma de la medicación que puedan afectar a la salud de su paciente.

Científicos australianos han ideado otra aplicación de esta tecnología. Encapsulando sensores de gas en cápsulas tragables con microprocesadores que analizan los gases el intestino y ayudan al diagnóstico de enfermedades gastrointestinales como el síndrome del intestino irritable o el cáncer de colon.

¿Y si en lugar de sensores minúsculos nos llevásemos al gaznate videocámaras? Pues probablemente podríamos poner fin a las molestas e intrusivas endoscopias y colonoscopias que se usan para diagnosticar trastornos y tumores digestivos.

Sin ir más lejos, ingenieros de la Universidad de Glasgow acaban de desarrollar un completo equipo de grabación encapsulado e ingerible, con luz fluorescente, que permite diagnosticar fácilmente cánceres de garganta o de estómago. Un invento que se suma a la PillCam Colon que aprobó hace dos años en EE UU la FDA (siglas de Administración de Alimentos y Medicamentos) para diagnosticar los tumores del intestino grueso sin necesidad de introducir un tubo por el ano del paciente.

Esta tecnología permite ‘editar’ el ADN (también en humanos)

Durante muchos años los investigadores han intentado encontrar una forma eficaz y segura de modificar el ADN que pudiera utilizarse como terapia contra enfermedades genéticas. Parece que la hemos encontrado.

Uno de los grandes objetivos de los genetistas es poder ‘arreglar’ la parte del ADN que esté defectuoso en una enfermedad genética. Y, para hacerlo más difícil, el gran reto hasta ahora era que fuera viable 'in vivo' con total seguridad en humanos, ya que no queremos tocar el ADN donde no debemos y producir males mayores.

Pues bien, lo que parecía imposible está cada vez más cerca, y todo gracias a CRISPR, nacido del trabajo de investigadores como el del español Francis Mojica. Se trata de una herramienta para hacer una especie de ‘corta y pega’ genético que ha supuesto una revolución. El motivo: actúa en el sitio exacto, y lo hace de manera sencilla y eficiente.

Sin embargo, no es algo que haya sido diseñado por investigadores: el mecanismo utilizado en realidad ya existía en la naturaleza. La maquinaria utilizada la encontramos en bacterias y arqueas que, como seres unicelulares que son, no tienen la suerte de contar con un ejército amplio y variado de células defensivas como nosotros. Alternativamente, cuentan con otros mecanismos para protegerse de los virus -sí, ellas también los sufren, aunque son virus diferentes a los nuestros-, y uno de los métodos es precisamente la base de CRISPR.

 
El proceso es el siguiente: el virus introduce en la bacteria su ADN, infectándola. La bacteria detecta el ADN como extraño y utiliza unas ‘tijeras’ que lo cortan por una zona pequeña y extrae un fragmento. Este fragmento, característico del virus (como si fuera un código de barras), es almacenado por la bacteria dentro de la región de su genoma que se llama CRISPR.

El nombre es un acrónimo que viene del inglés (‘Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats’) y hace referencia a que contiene pequeñas repeticiones muy particulares que separan cada trocito de código almacenado. Es decir, CRISPR tiene una estructura formada por: repetición + código del virus 1 + repetición + código virus 2 + repetición + … Y así sucesivamente. Un archivador en toda regla.

¿Para qué hace esta recopilación de códigos? Porque tiene una maquinaria alucinante -lo que nos interesa a nosotros para aplicación médica- que coge la copia de uno de los códigos en otro formato, el ARN, y lo utiliza para rastrear el posible ADN invasor ‘escaneándolo’. Así, si encuentra el código en la secuencia quiere decir que proviene de un enemigo y la máquina realiza cortes que inactivan ese ADN. De esta manera, se acaba con la infección, ya que el virus -u otro tipo de material extraño- queda inútil.

Primer tratamiento en humanos

Probablemente ahora pensarás ‘¿y esto para qué nos sirve?’. Si recapitulamos, tenemos un sistema con el que cortar el ADN en un sitio muy concreto en función de un código previo que se le da a esta maquinaria. Por tanto, si tenemos una enfermedad cuyo responsable es un gen y sabemos que modificándolo o incluso bloqueándolo podemos revertir o mejorar el grado de la enfermedad, podríamos darle las instrucciones precisas a esta maquinaria para mandarla directamente a dicho gen.

Un ejemplo claro es el primer ensayo clínico en humanos que se está realizando en China para el tratamiento del cáncer. En él se cogen células del sistema inmunitario del paciente, linfocitos T, y se modifican con CRISPR 'in vitro' para que como resultado ataquen a las células cancerosas una vez reintroducidos en el paciente. En este caso, la maquinaria de CRISPR se dirige a la inactivación de un gen del que se obtiene la proteína PD-1.

¿Por qué es bueno en este caso que un gen deje de funcionar? Resulta que PD-1 está en la superficie del linfocito y se activa con las células amigas (las nuestras) para frenar el ataque, un poco como izar la bandera blanca. El problema en el cáncer es que, como se trata de células de nuestro organismo que de repente no funcionan bien, tienen el mecanismo para activar a PD-1. Es decir, que cuando la célula tumoral se acerca al linfocito, éste se queda parado ante ella porque no es capaz de detectar peligro -en otras palabras, la banderita está ahí-.

Al paciente en cuestión, que tiene cáncer de pulmón metastásico, se le han inyectado linfocitos con PD-1 bloqueado, de manera que cabe esperar un ataque indiscriminado contra las células tumorales. De momento, sólo hay un paciente, pero se plantea llegar a un total de diez para este primer ensayo. Ojalá tengamos buenas noticias al respecto en los próximos meses...

Cuatro importantes cosas que tus bostezos masivos te están tratando de decir

Se te abre la boca cuando tienes hambre, sueño o te aburres como una ostra. Pero ¿podría ser por algo más? Pues resulta que sí.

Llevas todo el día en el trabajo pensando en la hora de abrir la puerta de casa, cenar y poner tu serie favorita. Llega el momento, pero no ha salido ni la cabecera del inicio del tren y ya estás bostezando con la boca más abierta que el león de la Metro. Probablemente hayas realizado esta acción involuntaria porque te ha dado todo el bajonazo del sueño, pero... ¿y si tu bostezo significa algo más?

Siempre se ha dicho que el acto de bostezar sirve para oxigenar el cerebro, pero los científicos no han podido demostrar esa teoría. Si bien es verdad que cuando hemos pasado una noche toledana nos pegamos bostezando la mitad del día, o si nos da por ver un programa de Sánchez-Dragó se nos abre la boca de puro sopor, lo cierto es que hay veces que este gesto, que no podemos controlar, no tiene por qué tener relación con nuestro estado de ánimo.

Hay atletas, por ejemplo, que bostezan justo antes de competir, o estudiantes que no paran de abrir la boca durante épocas de exámenes. ¿Será el estrés?. Otro ejemplo: la mismísima Sasha Obama (la hija de Barack), que bostezó mientras su padre daba su discurso inaugural. ¿Tan aburrido fue?

No. Hay una explicación científica, y te va a dejar boquiabierto (había que hacer esta broma). ¿Qué quieren decirnos nuestros bostezos? He aquí algunas posibilidades:

1. Que te sientes cercano a alguien

Los bostezos, otra cosa no, pero contagiosos son un rato. Si estás leyendo esto al lado de alguien y te ha dado por bostezar (no era nuestra intención), es muy probable que se lo hayas pegado.

Aunque, según un estudio realizado en 2011, lo de bostezar porque otro lo haga dependerá de la empatía que guardes con esa persona: cuanto más cercano es alguien para ti, más posibilidad de contagio hay. Como se suele decir, la confianza da asco, y en este caso, como haya un nivel relativamente alto de la misma, te van a ver hasta la campanilla. Según los investigadores, los miembros de la familia son los más propensos a imitar la apertura bucal, seguido de amigos, y, en último lugar, gente desconocida.
 

2. ¡Tu cerebro está que arde!

Al parecer, lo que podría pedirte tu cerebro cuando bostezas es que lo enfríes un poquito. Como el botellín de cerveza cuando llegas del súper a casa, igual. Según demostró el científico Andrew Gallup, de la Universidad Estatal de Oneonta en Nueva York, el bostezo le da aire fresco a tu cerebro y evita que se sobrecaliente.

Vamos, lo mismo que necesita tu ordenador o la ensaladilla rusa antes de que deleites tu paladar con su finos y sabrosos sabores. El cerebro frío opera más eficientemente, así que un bostecillo de vez en cuando (tapándote la boca, ¡esa educación!) no le vendrá mal.

3. Tienes el cerebro grande, amigo

Cuanto más largo sea tu bostezo, más grande tendrás el cerebro. Según un informe de la revista 'Biology Letters', los mamíferos que alargaban más sus bostezos eran los que tenían los cerebros más pesados y con mayor número de células. Así que si tu madre te dice que dejes de bostezar, puedes alegar que tienes un “cerebrazo”.

4. Te puede dar un ataque al corazón

O un derrame cerebral. O un tumor. A ver, tampoco te alarmes antes de tiempo: sólo el bostezo excesivo (el que se produce con más frecuencia de lo habitual), puede estar vinculado a este tipo de serios problemas. Los ataques al corazón pueden estimular el nervio vago, que se extiende desde el cerebro hasta el abdomen, lo que lleva a una reacción que podría provocar el bostezo excesivo.

Las personas con tumores en el cerebro, epilepsia o esclerosis múltiple a menudo también lo experimentan. Estas enfermedades, además de los dolores de cabeza, migraña o incluso ansiedad, se han relacionado con problemas para regular la temperatura del cerebro. Así, el bostezo excesivo podría ser un reflejo del cuerpo para ayudar a evitarlos.
 
Haz caso de tus aperturas bocales masivas y, si son verdaderamente excesivas, déjate caer por la consulta del médico.

Esta tecnología cargaría tu móvil en segundos sin necesidad de batería

Investigadores de la Universidad Central de Florida han descubierto una nueva forma de crear supercondensadores más eficientes y más pequeños, cuya consecuencia podría ser su implantación en dispositivos móviles para sustituir a las baterías actuales.


Científicos de la Universidad Central de Floridad han creado un prototipo de batería que puede ser recargada en tan solo unos segundos y permite hasta 30.000 recargas antes de que comience su degradación, cuando una estándar de litio (usadas actualmente) solo admiten hasta 1.500 recargas y con un tiempo por recarga muy superior.

Esto se ha podido realizar gracias al desarrollo de supercondesadores de un tamaño adaptable a los teléfonos móviles, porque aunque esta tecnología ya era conocida, hasta la fecha eran demasiado grandes y pesados como para poder ser introducidos dentro de la carcasa de cualquier terminal. Era inviable.

Ahora, gracias a estas investigaciones en la Universidad Central de Florida, el tamaño podría reducirse drásticamente debido a la inclusión de nanomateriales bidimensionales como el grafeno. Los supercondensadores almacenan electricidad estática sobre la superficie de un material, en lugar de utilizar reacciones químicas como en la baterías actuales.

Esto, en una visión práctica, supondría que no tendríamos que cargar el teléfono móvil cada día, puesto que estas nuevas formas de batería llegarían a durar hasta una semana con una simple recarga de apenas unos segundos. ¿Suena atractivo, verdad?

También podría tener una aplicación práctica, apuntan los investigadores, en el campo de los coches eléctricos. Actualmente uno de sus mayores hándicaps es la corta autonomía que tienen debido a sus baterías, pero con los supercondensadores esto daría un giro radical y los harían mucho más autónomos.
 
No obstante, desde la Universidad Central de Florida llaman a la prudencia. Estos supercondensadores aún no están preparados para su comercialización, pero están trabajando actualmente para patentar la tecnología y, quien sabe si en un futuro no muy lejano, todos podamos beneficiarnos de ella en nuestros móviles.

Empieza la guerra: tus hijos no probarán el azúcar

La industria alimentaria está sumida en una carrera por encontrar un sustituto del azúcar, con el mismo sabor pero sin sus efectos perniciosos.

El origen del consumo humano de azúcar no está muy claro. Se sabe que indios y chinos lo conocen desde la antigüedad. Se sabe también que viajó de América a Europa y de Europa a América a lo largo de varios siglos y que fue en el XIX cuando se convirtió en un producto básico para occidente. Luego, en el siglo XX, fue ganando popularidad hasta erigirse en el rey indiscutible de la industria alimentaria. Y ahora, cuando parecía que nada ni nadie podía ya torcer su éxito, la historia del azúcar encara el que sin duda es su último acto.

Eso es porque el azúcar es uno de los grandes enemigos de la sociedad contemporánea. Hay quien lo considera 'el nuevo tabaco' y le augura un futuro igualmente negro, y ya en todas partes hay planes y campañas contra él. No hace falta irse lejos: nuestro país acaba de anunciar un nuevo impuesto que afectará a las bebidas azucaradas (antes de la estigmatización, por cierto, los medios las llamaban carbonatadas).

El azúcar, hoy lo sabemos, aumenta la tensión y predispone a padecer ciertos tipos de diabetes, también Alzhéimer. Hasta hace poco, la industria alimentaria se defendía como gato panza arriba, asegurando que las evidencias que relacionaban el azúcar con estas enfermedades eran débiles, cuando no directamente falsas. Luego estallaron varios escándalos que, poco a poco, fueron minando su credibilidad. El más sonado fue el del lobby de los refrescos -Pepsi y Coca-Cola- que en Estados Unidos llegó a pagar a científicos para que avalasen sus mentiras.

Seguir negando los efectos perniciosos del azúcar parece ya labor exclusiva de los muy fanáticamente golosos. La industria ha decidido por fin remangarse y afrontar el problema: a la frase "sin azúcares añadidos", cada vez más presente en los supermercados, se une ahora un ambicioso proyecto, como es la carrera por encontrar el sustituto del azúcar. Con el mismo sabor, pero sin sus efectos perniciosos para la salud.

De momento, el gigante de la alimentación Nestlé ya ha anunciado un primer paso en esa dirección. Aseguran hacer logrado "reestructurar" el azúcar. En declaraciones a The New York Times, el responsable del departamento de tecnología de Nestlé aseguró que "se trata de azúcar, pero está montado de otra manera, de forma que puede desmontarse fácilmente en la boca y una menor cantidad acaba en el tracto intestinal". Utilizó la siguiente imagen: si el cristal de azúcar normal es una caja de zapatos en cuyo interior todo es azúcar, el nuevo producto será más bien un globo. Según sus estimaciones, esto podría reducir la cantidad de azúcar en sus productos un 40% sin, teóricamente, afectar al sabor.

Nestlé planea introducirlo en el mercado a lo largo de 2018, y no descartan venderlo a otras empresas de la industria. La carrera por encontrar el nuevo maná dulce, sin embargo, está lejos de terminar. Una cosa sí parece clara: nuestros nietos no probarán el azúcar.

En invierno somos menos habilidosos (y la ciencia explica por qué)

Que tus manos no respondan cuando hace un frío que pela y casi se vuelvan "de gacha" tiene una explicación científica: aunque al final de nuestro antebrazo contemos con dos instrumentos mecánicos naturales de eficiencia envidiable, sus capacidades dependen en gran medida de la temperatura exterior.
 
Nuestras habilidades para manejar objetos dependen en gran medida de la temperatura. Así se demostró en experimentos con trabajadores que desarrollan su labor en entornos fríos, por ejemplo empaquetando carnes y pescados, gracias a la investigación de un grupo de científicos de la Universidad Nacional de Taiwan.
 
 
Estos investigadores calcularon que cuando la temperatura ambiental cae a 11 ºC, la destreza manual se reduce hasta un 55%. Y que los dedos son los que más se enfrían, perdiendo no sólo agilidad, sino también sensibilidad táctil. La investigación reveló también que, a esta temperatura, se nos dan peor las tareas que requieren destreza bruta -como enroscar una tuerca- que las que exigen destreza fina -como pinchar con un alfiler-. Eso y también que la fuerza a la hora de agarrar o sostener cosas se reduce un 12% después de 40 minutos expuestos al frío.
Otro estudio reciente realizado por ingenieros de Hong Kong confirmaba esa pérdida de destreza por la bajada de temperatura y añadía otro efecto: la velocidad de reacción de las manos disminuye cuando el mercurio desciende hasta 10ºC o menos. Dicho de otro modo, tardamos más en pulsar un botón con frío que en un entorno caldeado.
La importancia del hallazgo
Lejos de ser un asunto baladí, la torpeza a consecuencia del frío podría aumentar el número de accidentes laborales entre quienes trabajan durante el invierno con maquinaria, así como en los equipos militares y científicos que se desplazan hasta el Ártico o la Antártida, como advertían los autores del estudio.
La explicación es muy sencilla. Por un lado, cuando hace frío, los vasos sanguíneos de las manos se contraen y llega menos sangre -y por lo tanto menos oxígeno- no sólo a los pies y a las manos, sino a toda la piel. Esta medida evita que el calor corporal se pierda y que la sangre se enfríe, paliando una posible catástrofe. Pero también contribuye a que seamos más patosos en invierno.
A esto se le suma que cuando los músculos se quedan fríos no sólo reciben menos oxígeno, sino que además se reduce la capacidad de contracción de sus fibras. Y que, como la bajada de temperatura también aumenta la viscosidad del líquido sinovial de las articulaciones, la muñeca y las articulaciones de los dedos se vuelven más rígidas, igual que les sucede a los tobillos y a las rodillas.
Lo que también puede venirse a menos en la estación fría es la capacidad del cerebro de realizar tareas con atención sostenida. De acuerdo con un estudio belga del que se hacía eco la revista 'PNAS', es en el solsticio de invierno cuando a la sesera -el tálamo y el hipocampo, en concreto- se le da peor concentrarse de forma selectiva y mantenida en una tarea. Justo lo contrario que sucede en verano.

 

Clomipramina, el antidepresivo que podía provocar orgasmos al bostezar

Conocer qué efectos secundarios producirá es una de las mayores preocupaciones de quienes deben tomar algún medicamento antidepresivo. La sorpresa viene cuando uno de esos efectos puede llegar a ser el provocarles un orgasmo espontáneo en el momento de bostezar a quienes lo consuman.

Bostezar es una de esas acciones que realizamos indistintamente todas las personas y que compartimos con algunos animales. Los expertos no acaban de ponerse de acuerdo sobre cuál es su verdadera función –algunos son los que señalan que simplemente sirve para oxigenar los pulmones- pero de lo que sí están seguros es que el simple hecho de bostezar puede llegar a ser uno de los actos más placenteros que cualquier humano puede experimentar.


De hecho los anglosajones utilizan la palabra ‘yawngasm’ –compuesta por los términos bostezo y orgasmo-, con la que describen la agradable sensación que se siente en el momento final del bostezo.

Pero siendo objetivos hay que reconocer que, en condiciones normales, el hecho de bostezar no conduce a tener como respuesta fisiológica un orgasmo. Aunque esto no es lo que opinaría alrededor del 5% de personas a las que, estando bajo tratamiento médico, se les recetó un antidepresivo que les provocaba orgasmos espontáneos e incontrolados cada vez que bostezaban.

Así lo hicieron saber estos pacientes a sus respectivos facultativos del canadiense ‘Saint John Regional Hospital’, donde a principios de la década de los años ’80 se les había recetado el fármaco a un grupo de hombres y mujeres que presentaban cuadros depresivos o de conductas obsesivo-compulsivas.

El antidepresivo prescrito era la clomipramina, un compuesto que llevaba desarrollándose desde 1960. Esta fue una década en la que las empresas farmacéuticas competían entre sí para ver quién sacaba los mejores medicamentos para diversas patologías psiquiátricas y neurológicas como la ansiedad, depresión, estrés, fobia, insomnio…

Por una parte los laboratorios Hoffmann-La Roche dieron el campanazo con la benzodiacepina y su producto estrella, el Valium. Por otro, uno sus más firmes competidores -los laboratorios Geigy, actualmente parte de Novartis- desarrolló la imipramina y la desipramina como eficaces antidepresivos. Pero, además, en su búsqueda por un componente todavía más potente llevaron a producir clomipramina.

Fue en 1966, año en el que George Beaumont fue nombrado director médico de la división británica de Geigy, cuando se llevaron a cabo una serie de estudios sobre la eficacia de los antidepresivos y sus efectos secundarios. En ellos se encontraron con una serie de informes desarrollados por especialistas en psiquiatría en los que se detallaba cómo la medicación para tratar la depresión o los trastornos obsesivo-compulsivos de algunos pacientes varones afectaba a la vida sexual de éstos.

Hallaron que a unos, el 20%, les afectaba negativamente, provocándoles impotencia. Y que a otros, el 42%, les afectaba de modo positivo. Se trataba de aquellos pacientes que padecían de eyaculación precoz, que veían retardarse el tiempo de llegar a la eyaculación si tomaban una dosis baja del compuesto en un periodo no superior a las cuatro horas antes de practicar sexo.

Parece ser que en 1973 este dato llegó a oídos de un redactor del periódico sensacionalista 'Sunday Mirror' y, debido al carácter familiar y tradicional de los laboratorios Geigy, los directivos de la misma mandaron parar en seco todas las investigaciones y estudios relacionados con la clomipramina y, sobre todo, se negaban a que este fármaco pudiera ser asociado como tratamiento de cualquier patología de índole sexual.

Esto motivó que se desconociera por completo su otro efecto secundario: el provocar un orgasmo cuando un 5% de pacientes a los que se les había prescrito el medicamento bostezaban.
 
Los doctores J.D. McLean, R.G. Forsythe e I.A. Kapkin –autores de la descripción de este curioso caso en 1983- indicaron que muchos de los pacientes afectados por el ‘orgasmo espontáneo’ alargaron voluntariamente el plazo establecido por sus facultativos en la toma de la medicación prescrita.