He de confesar que
últimamente estoy más interesado en política… hacía muchísimos años (tal vez
sea la primera vez) que no me reía tanto en asuntos de estado y concretamente con
mi querida villa de Madrid. Cuatro días en el poder y como dirían nuestros
turistas, ya tenemos “show”… yo creo que en vez de “Podemos” ahora deberían
pasar a llamarse “Tenemos”… y estos ya no sueltan.
Bueno, pues como decía, de
esto va el tema, del sentido del humor, del “To be, or not to be humour”.
Tu sentido del humor depende de si eres inteligente ya con diez
años de edad
En estos días en los
que se está discutiendo tan apasionadamente a propósito de si el humor negro o
la sátira, si ofende a una persona o un grupo de personas, ya no tiene gracia,
vale la pena echar un vistazo hasta qué punto entender un chiste o saber reírse
de un hecho puede estar correlacionado con la inteligencia.
Y es que el humor es
una forma de abordar un mundo complejo e incierto, y también de quitarle
importancia a los hechos luctuosos, a los que dicen ser importantes y, por
supuesto, a nosotros mismos, rebajando un poco nuestra tendencia al
egocentrismo.
De hecho, el sentido
del humor parece depender del tu cociente intelectual ya a la edad de diez
años, tal y como ha observado la psicóloga Ann Masten, que en un
experimento mostró a un grupo de niños de diez años una variedad de tiras
cómicas de Ziggy seleccionadas por su variable complejidad y sentido del humor
dirigido a ese grupo de edad.
Cada niño debía
valorar las tiras cómodas y explicar por qué eran divertidas, y mientras lo
hacían se registraban en vídeo sus expresiones faciales para evaluar si reían o
sonreían.
A continuación, se
mostraba a los niños una serie de tiras cómodas sin diálogos y los niños debían
poner un título humorístico. Tal y como explica Scott Weems en su libro Ja:
La capacidad
de los niños para explicar correctamente las tiras cómicas se utilizó para
determinar su “comprensión del humor”, al tiempo que su habilidad para aportar
diálogos graciosos medía “su producción del humor”. Masten descubrió que tanto
la comprensión como la producción del humor mantean una estrecha correlación
con la inteligencia de los niños, que también había medido aparte. En el caso
de la comprensión, la correlación fue de 0,55, y en el caso de la producción
fue del 0,50: cifras muy altas, considerando que la correlación máxima es 1.
No solo la
inteligencia y la intuición parece influir en el sentido del humor. Hay otras
habilidades cognitivas que están correlacionadas con el humor, como la
“rotación mental”: la capacidad de hacer rotar objetos en nuestra cabeza,
una tarea común para evaluar la visión espacial.
Resulta que
la gente a la que le cuentan chisten graciosos es más rápida a la hora de girar
y retorcer formas abstractas en su mente, aun cuando en los chistes aparezca
una imaginería visual mínima. Leer chistes graciosos también mejora nuestra
puntuación en los tests de creatividad, lo que refleja un aumento de la fluidez
mental, la flexibilidad y la originalidad. Un estudio incluso mostró que ver
vídeos de las actuaciones cómicas de Robin Williams nos ayudaba a encontrar
soluciones insólitas a problemas relacionados con las palabras.